viernes, enero 27, 2006

BENÉFICO CAROD

NO SÓLO CAROD SE LO TIENE BIEN GANADO.



Escribir contra el catalanismo, como hace bien y abundantemente Ignacio Camacho, desde el ABC, que nombró Español del Año a Pujol (seguramente cobrando por ello) es de gran dificultad. Señalar que el Villano Oficial es Carod tiene el inconveniente de que en estas villanías ha habido otros responsables, como Maragall, Más y Zapatero y sus acólitos y que, pase lo que pase en adelante, España ha quedado malherida tras tanto insulto e ignorancia de su ser.

Y algo peor aún: El Estatuto sigue adelante y conseguirá su proyecto originaL, luego exagerado para tener en cuenta el 30 ó 40% que les cortaría el Parlamento. Pero el Estatuto está siendo un éxito y España profundizará aún más en la edad oscura que está siendo su objetivo: Un Estado sin Nación, o sea, algo mucho peor que una Nación sin Estado.

LOS CUERNOS DEL VILLANO
Ignacio Camacho. ABC

LA política española necesitaba un villano con el que sustituir al malhumorado Arzallus cuando éste decidió, alabado sea el Señor, abandonar las candilejas. Lo encontró pronto y, como es natural, en las filas del nacionalismo, cantera de tipos hoscos, mal encarados, retadores e insolidarios. Carod-Rovira era todo eso, y además practicaba una chulería antiespañolista, como si para afirmar su ser catalán tuviese que faltar al respeto a los que no lo somos. Felipe llegó a decir de él que sólo podría ser más tonto a base de entrenamiento. El café con los etarras en Perpiñán le llevó a cruzar la frontera de la felonía, y desde entonces es por mérito propio la bestia negra favorita de la escena pública nacional, aupado sobre un inexplicable protagonismo que Zapatero le concedió para sostenerse en un poder desde el que al fin parece haber comprendido que tenía alternativas menos desestabilizadoras.

Para soltar ese lastre ha necesitado el presidente verse bajar en picado en las encuestas, y aún no se atreve a dejarlo caer del todo para no arrastrar de golpe a un Maragall que también sufre horas bajas. A Maragall y a Carod les ha puesto Zapatero unos cuernos muy vistosos con Artur Mas, que es como el yerno presentable y guaperas de Pujol, con su cara cuadrada de maniquí de grandes almacenes, y ahora los dos andan llorando por las esquinas o haciendo mohines de enfado, pese a que a los de ERC no les llegan las camisas negras al cuerpo, empavorecidos como están de pensar que si hay elecciones anticipadas en Cataluña se pueden quedar fuera del calorcito presupuestario. Maragall, que fue el primer rehén de Carod y ha adquirido un lamentable síndrome de Estocolmo, está ya destinado al jubileo: le darán palmaditas y una medalla, y lo mandarán en vida al panteón de los ilustres como su abuelo. Esta tardía caída presidencial del caballo que ha supuesto la coyunda estatutaria con el nacionalismo moderado de Convergencia no le redime a Zapatero, sin embargo, de la responsabilidad de haber dado alas y vara alta a la arrogancia rupturista de ERC. Nadie obligó a los socialistas a firmar ese monumento antidemocrático que fue el pacto del Tinell, ni a otorgar a Esquerra una lacerante prioridad en las negociaciones del Presupuesto, ni a recibir al villano oficial en La Moncloa con honores preferenciales. Que se lo haya acabado sacando de encima con una finta que lo ha arrojado del tálamo para hacer sitio a otros inquilinos de mejor pinta sólo indica que el poder no obedece a otras razones que las de su propia supervivencia. Pero los vientos del desencuentro ya han salido de la caja de Pandora —que se lo pregunten a los empresarios que han sufrido el boicot navideño—, y a ver quién los encierra de nuevo ahora que se han acostumbrado a viajar en coche oficial y volar en bussines.