viernes, febrero 10, 2006

Sueños reales


Sigamos en la Literatura Pura, sin duda llena de amor y de fe en la naturaleza humana, aunque nunca falta el latiguillo, el mal marido al que conviene dar una coz de tanto en tanto. Se advierte sobre el inteerés de la adjetivación de esta literata, que no parece salir del lugar común más que para cometer una tropelía con las concordancias de la lengua, como cuando dice “Nada podía ser feo o temido cuando la felicidad lo preside: nótese el Podía y el Preside, que llevan el paso cambiado. Tomado, como siempre, de la inagotable cantera del Diario Menorca

Sueños reales
ANTONIA PONS SALOM

La noche era oscura y tormentosa; pero para Inés todo era claro y maravilloso. Los lejanos rayos atravesando las nubes, no eran más que chispas de sus ilusiones renovadas. Nada podía ser feo o temido cuando la felicidad lo preside.

Por primera vez en su vida había encontrado ese ser con el que había soñado siempre y que después de tantos desengaños y fracasos, creyó que no existía. Alguien que parecía ser su doble en masculino; aunque bien mirado no se parecía en nada a ella; pero en cambio sí que parecía entenderla, ¡sabía escucharla y valorarla! (y eso era nuevo para ella), jamás un hombre la trató así; con tanta consideración..., con tanta ternura... como ella siempre quiso ser tratada. Seguramente como toda mujer quiere ser tratada.

Primero pensó que se trataba de un espejismo más de los ya vividos; por ello cuando conoció a Manuel en una absurda cita a ciegas preparada por una amiga, sintió la imperante tentación de salir corriendo; pero los modales extremadamente refinados, su educación y cortesía; la suave y acogedora voz de "su contrincante" y por qué no decirlo su aspecto bastante agradable la obligó a quedarse un poco más, con la curiosidad de conocer mejor al "personaje en cuestión". Hacia el final de la velada ya se sentía atrapada por la fina tela de araña que los hombres "encantadores de serpientes" son capaces de tejer en torno a una mujer incauta como ella.

Se dejó seducir, pero esta vez lo hacía con los ojos bien abiertos; sabiendo que se trataba de un sueño, apurando el presente, porque el futuro no existía para su relación.

Resistió sus tres primeras citas sin acceder a subir a su casa; pero después de la cuarta nada pudo hacer para impedirlo; los dos estaban deseando lo mismo de una forma intensa. Al cerrar la puerta, el choque de sus cuerpos retumbó por toda la casa, los dos se convirtieron en fieras devoradoras de besos y caricias. Ajenos a cuanto les rodeaba se dejaron llevar por su sed de amar. Sus deseos más profundos, largo tiempo reprimidos, saltaron como una enorme cascada de aguas bulliciosas; salpicando de alegría a las dos almas solitarias que acababan de unirse.

Pero... Inés reaccionó al cabo de un rato; repentinamente saltó de la cama y empezó a recoger sus cosas con intención de marcharse. Con gran extrañeza el hombre le preguntó qué le pasaba. ¿Acaso había dicho o hecho algo que la molestara?

-¡No! Nada de eso, pero le acababa de dar un ataque de pánico, era demasiado hermoso para ser real, debía salir huyendo antes de que el príncipe encantado se convirtiera en rana de nuevo; tal como acababa pasando siempre.

Junto a la puerta de salida notó sus brazos protectores que la unían con firmeza a su fuerte pecho.

-Ven aquí, le dijo; no temas nada que yo temo las mismas cosas que tú; afrontemos juntos la vida con todas sus consecuencias, no dejemos que la cobardía nos impida disfrutar de algo tan hermoso...

Un fuerte trueno la despertó de su ensueño, una vez más se había quedado dormida en el patio, la voz fastidiosa de su marido la increpaba por seguir fuera siendo tan tarde. Perezosa, se levantó dispuesta a entrar en la casa; se sonrió para sus adentros, una vez más el príncipe se había convertido en rana, ¡Con lo real que parecía el sueño!