domingo, abril 23, 2006

LA PRIMAVERA CANTA CON BEETHOVEN

Breve introducción primaveral a cargo de Trapisonda:

A partir del mes de Marzo, desde tiempo inmemorial, la primavera fluye por sus conductos habituales y el sol, antes inclinado, se pone más perpendicular para favorecer a sus dorados rayos. La chicharra inicia los ensayos para el próximo cántico de violín y élitro; la hormiga se despereza y el autillo observa este mundo en paz que los abejorros dorados convierten en regocijo para el ojo y la oreja.

Veamos las rosas: sonríen al final de un tallo espinoso; veamos las amapolas: sacan al día la sangre de todos los inquietos difuntos que fueron degollados. El Astro Rey, pletórico, riela sobre el vidrio del vaso de agua (H2O) y se diría que fabrica diamantes perfectos a fuerza de amor. O, al menos, carborundo.

A todos los seres vivos, heridos del largo y frígido silencio del invierno, les vienen notables ganas de chingar: el roble se estremece, la azucena perfuma, el salaz gorrión canta al atardecer, con grande algarabía, y el planeta se despereza como una odalisca en lecho de flores y abejorros que, juntos, manufacturan la miel que hallamos en el supermercado.

La libertad todo lo domina desde la urna de la vida, con un voto de luz. La hierba brota; las flores revientan; los árboles emiten voces de lujuria; los caballos relinchan; rebuznan los asnos de dulces miradas; las nubes se ponen polvos de blanco arroz, y flotan apacibles como zeppelines. Las polillas vuelan en torno a las estrellas; las avispas pican a los escorpiones en su labor profiláctica; empujan bolas los escarabajos. Es catorce de abril y cantan los cementerios.

Casi escondido, un moro mira al sol posible y sueña en su desierto rebosante de dromedarios y de hijos de cadíes a caballo. Y, ay, los escritores escriben.

Ya preparado el ánimo, goce el lector de este bello escrito, quizá confeccionado con tinta de higo chumbo y notas garrapateas.

LA PRIMAVERA CANTA*

MANUEL FERNÁNDEZ NIETO______

La primavera ha venido,/ nadie sabe cómo ha sido. Este dístico de Antonio Machado, con su simplicidad, que algún crítico literario calificó como "pampirolada" o cosa floja, sin verdadera sustancia, resume, sin embargo, lo que es el cambio, a veces brusco, del paso del invierno a una estación de temperaturas más suaves: la primavera. Su casi repentina aparición afecta a nuestros cuerpos y a nuestras mentes, originando diferentes estados de ánimo, casi siempre optimistas.

Otro dístico, éste anónimo, de procedencia popular, con una intención diferente del de Machado, alude al trastorno favorable a un funcionamiento corporal más dinámico: La primavera,/ la sangre altera. Esa alteración es la respuesta al desembarazo de unas restricciones, de unas ataduras que nos tuvieron sujetos durante varios meses seguidos. La alteración de la sangre viene acompañada de una circulación más vigorosa, de un riego sanguíneo reactivado, que conduce a una mayor tensión del sistema reproductor, al aumento del apetito carnal; apetito que es común a personas, animales y plantas. La euforia se apodera de todos los sentidos, y los organismos funcionan a un ritmo superior al ordinario. Todo se agranda, todo florece, todo se multiplica. Consecuentemente, las voces de la naturaleza aumentan y se oyen por doquier.

El cielo y la tierra, indistintamente, se convierten en escenarios en los que se dan lo que no es otra cosa que espectáculos naturales, para disfrutar de los cuales basta con prestar suficiente atención y tener suficiente paciencia. Todo parece imaginado por una mente ensoñadora. Situémonos, pues, en el lugar que corresponde a un entusiasta de lo prodigioso y dediquémonos a ver, oler y escuchar.

Las hormigas abandonan la profunda oscuridad de sus hormigueros, dentro de los cuales han vivido durante una larga temporada. Su sensibilidad termométrica y barométrica les dan a entender, sin fallos posibles, el momento más conveniente para salir a la superficie a gozar de la claridad y el calor del sol. Calentados sus cuerpos lo que creen imprescindible comienzan su tarea recolectora previendo las necesidades del próximo invierno.

Las rosas deshacen sus apretados capullos y dejan al descubierto su color y en libertad su aroma. ¿Dónde se refugia el espíritu, el motor que las impulsa a florecer?, ¿quién dispone que descubran sus encantos, y para qué? Reciben, se supone que placenteramente, la visita de multitud de insectos de diversas especies, e incluso la de algún pájaro, dejándose succionar con avidez los licores guardados en lo más íntimo de su ser. El transporte del polen por este medio hace posible su fecundación.

Las golondrinas, a centenares, pueblan el espacio abierto alocadamente, como lo hacen suponer sus vuelos frenéticos, raudos, pero que siguen vías aéreas inequívocas, señaladas por la sensibilidad de sus radares individuales, lo que hace imposible cualquier clase de accidente durante los vuelos. Vuelan a ras de tierra, para inmediatamente después elevarse y perderse de vista a grandes alturas. Sus continuos chirridos son pruebas exultantes del placer que sienten dominando la inmensidad del cielo. Su sobreexcitado celo protector las lleva a entrar y salir una y mil veces al día de sus nidos, albergue de sus crías.

Una de las voces más silenciosas, pero más elocuentes, de la primavera es la que emite el árbol del Paraíso (mella azedarach), que no pierde sus hojas plateadas en todo el año. El aroma de sus minúsculas flores amarillas embalsama eróticamente el ambiente si está plantado en un jardín. Árbol solitario, hace notar su presencia a gran distancia aunque el viento esté en calma. Agradable a la vista y al olfato, su intenso olor lo delata por escondido que esté en la arboleda de un parque.

El manto que extienden las amapolas sobre el campo cultivado o sin cultivar: un manto sangriento que parece extendido como por encanto en un solo amanecer o poco más, es de una duración tan breve como intenso es su color. Una amenaza se cierne sobre sus aterciopelados y frágiles pétalos. Si llegan a desaparecer por completo, atacadas por líquidos herboricidas, se habrá perdido una de las más bellas voces de la primavera.

El cuclillo saluda la llegada del buen tiempo con su inconfundible canto. Su voz es la más indiscreta, por sonora, que conoce la primavera. "Cu-cu-cu/cucu-cu" evoca con sus tres notas del mismo tono -dos unidas y una suelta- la serenidad a la que invita la sinfonía "Pastoral" de Beethoven, tan cargada de amor a la naturaleza, que hace que la orquesta guarde silencio mientras el pájaro-instrumento ejecuta su papel de solista.

"Voces de primavera" es el título de uno de los valses más conocidos de Johann Strauss. Stravinsky compuso su "Consagración de la Primavera". Boticelli pintó el celebrado lienzo "Primavera". La estación primaveral ha sido motivo generalizado de inspiración artística en todas sus modalidades. Schuman escribió su sinfonía "Primavera". Todo son voces cantoras que se escuchan por todas partes como un conjunto armónico.

* La Universidad de Trapisonda, siempre sometida a la primavera, no mantiene estas páginas para la crítica literaria sino para amenizar a los lectores de buen humor que “detecten” el valor de las palabras, su aura, más valiosa a veces que el significado. Este escrito, publicado por el inefable Diario Menorca [altamente recomendado por la hermandad de humoristas] es un ejemplo de intento poético fallido por la falta de contemplación de la areola de la voz y por la mezcla de erudiciones extrañas. Bendita sea la pluma que lo parió.
Universidad de Trapisonda: http://robsy10.blogspot.com
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